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Recuerdos de la revolución de 1897

Muchas son las veces en que los genealogistas nos acercamos a los archivos buscando, entre viejos legajos, aquellas informaciones que nos permitan recrear una época o recabar informaciones sobre algo o sobre alguien. Pero es claro que, la mayoría de las veces, aquel repositorio que más información y datos puede arrojar es nuestro propio archivo familiar.

Sobre de la carta
Sobre de la carta recibida en 1897

El archivo de la familia, ese que conservamos en nuestros domicilios -o en el de nuestros padres o abuelos- guardado en cajas, muchas veces semi olvidado y etiquetado como papeles viejos a los que habitualmente se tilda de inservibles o de poco interés, atesora habitualmente datos muy interesantes y fundamentales para documentar nuestra historia familiar más reciente.

De entre todos los documentos que podemos encontrar en un archivo familiar las cartas son, acaso, los menos consultados y los que más datos minuciosos pueden aportar sobre la vida, las costumbres y las ideas de nuestros ancestros.

Emociona abrir -con cuidado casi reverencial- esos sobres ya viejos, con el papel amarillento y ajados por el tiempo, para extender una carta cuidadosamente doblada. También lo que rodea al mensaje transmitido en la carta aporta sus datos y condiciones personales: fantásticos anagramas, membretes, direcciones escritas en los sobres y en las cartas, ribetes de luto, emocionantes rúbricas… buena es su contribución al conocimiento de una época. Y en el papel, el mensaje: el autor nos cuenta lo que ha hecho, aquello que ha ocurrido, las circunstancias que ha vivido, sus impresiones y pensamientos, sus gratitudes y sus reproches, sus transacciones comerciales y tantas cosas más.

Manuel M. Haedo (1832-1897)
Manuel M. Haedo
(1832-1897)

Me encontraba hace unos días revolviendo viejos papeles familiares cuando volví a dar con una carta de pésame que, fechada el 18 de noviembre de 1897[1], recibió mi bisabuelo con motivo del fallecimiento de su padre. Siempre me llamó la atención esta carta. En ella se exalta el espíritu patriótico de mi tatarabuelo y, por ende, la habitual colaboración de los Haedo a los alzamientos armados del Partido Blanco, en el Uruguay. Comienza la carta diciendo

Cuando hubo necesidad de la acción, de la bolsa y de la cabeza, fueron muy pocos, los que afrontaron viril y enérgicamente, la protesta armada, contra el gobierno ominoso que deprimía y humillaba a nuestra patria.

Entre esos pocos figuraba en 1ª línea su señor padre, Manuel M. Haedo, cuyo fallecimiento recién hoy me ha sido comunicado…

Vinieron entonces a mi recuerdo las historias familiares narradas por mi tatarabuela a su nieta, mi abuela, en las que contaba cómo mi tatarabuelo, Manuel M. Haedo, en una ocasión -posiblemente durante la Revolución de las Lanzas- hubo de esconderse en el monte porque los colorados venían a buscarlo a la estancia, en Fray Bentos. La única que sabía su paradero era su mujer y, al caer la noche y con cuidado de que no la siguieran, le acercaba algunos víveres. Contaba que pasaba mucho miedo, no tanto por los colorados sino porque en estas salidas solía oír “el rugido del tigre” que por entonces aún habitaba esos parajes. También recordé que su padre, el prócer Manuel de Haedo cuya rúbrica aparece sancionando la primera constitución uruguaya, mucho tiempo antes colaboró con Pedro Trápani para que pudiera llevarse a cabo la gloriosa gesta de los Treinta y Tres.

Debió ser consistente la colaboración de mi tatarabuelo al alzamiento de Aparicio Saravia en 1897 cuando la misiva menciona que

…la Junta de Guerra y Comité Revolucionario que tuve el honor de presidir, resolvieron por unanimidad ir en corporación a saludarle y agradecerle a la vez su patriótico desprendimiento y generosidad…

Carta autógrafa de Juan Ángel Golfarini
fechada el 18 de noviembre de 1897

Pero en esta carta que tenía en mis manos, como en toda correspondencia, no sólo es interesante lo que menciona sobre mi tatarabuelo y su implicación política, sino también el autor de la misiva. ¿Quién fue el remitente de esta carta de pésame, presidente de la Junta de Guerra y Comité Revolucionario del partido blanco? Resulta interesante situarse también en el momento histórico de la misiva.

Quien firma este escrito de condolencias es Juan Ángel Golfarini, quien desde Buenos Aires y junto a otros orientales, creó y presidió la Junta de Guerra que armó, sufragó y designó general en jefe del alzamiento armado de 1897 a Aparicio Saravia. Cuando Golfarini escribió la carta tan sólo habían pasado dos meses desde el Pacto de la Cruz, que puso fin al enfrentamiento armado.

Pero Juan Ángel Golfarini no sólo fue un destacado personaje durante la revolución de 1897, sino que son muchas y muy curiosas las singularidades de la vida de este peculiar personaje. Nacido en Montevideo, en 1838, a los diecinueve años pasó a Buenos Aires como profesor de matemáticas y filosofía, al tiempo que estudiaba la carrera de medicina. Sirvió como médico durante la Guerra del Paraguay, “otorgándosele todas las medallas correspondientes a dicha campaña[2]”. Al finalizar la contienda fue designado, en Buenos Aires, secretario del Consejo de Higiene Pública durante la epidemia de cólera de 1868. Tuvo una muy destacada actuación durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871, sobreviviendo a ella. Participó en la fundación de la Cruz Roja Argentina, integrando su primer consejo. Integró también el Consejo Deliberante, llegando a presidirlo. Participó activamente en la política uruguaya, y no sólo presidió la Junta de Guerra y Comité Revolucionario que posibilitó la revolución de 1897, sino que por dos veces fue candidato presidencial por el Partido Blanco. Tal vez la más peculiar de sus características haya sido su alto rango en las logias masónicas, llegando a ser Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones en 1914, y de 1916 a 1917, integrando el Supremo Consejo Grado 33 desde 1892[3].

Como puede verse, una simple carta de pésame puede aportar muchos datos interesantes y constituir un documento histórico; lo que no hace sino confirmar la importancia de los archivos familiares, aquellos que habitualmente se encuentran olvidados en algún sótano o desván, acumulando polvo bajo la etiqueta de papeles viejos.

 

 

[1] Archivo familia Vilella Sánchez Viamonte. Legajos HAEDO. Correspondencia.

[2] LAPPAS, Alcibíades. “La masonería argentina a través de sus hombres”. Buenos Aires, 1966.

[3] Op. Cit.

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