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Un yacaré overo, oriental y patriota, en el Portón Haedo

No hace muchos días un pícaro yacaré overo[1] (caimán latirostris), posiblemente aburrido de la cotidianeidad de la vida en sus habituales pagos, decidió emprender un viaje que ampliara su cultura y experiencia; entretenido en su periplo, es posible que a nuestro yacaré viajero le llegaran las noticias que sobre la belleza del paraje citó Dámaso Antonio Larrañaga[2] en 1815,  diciendo “Jamás he visto lugar que más me hechizare: creo que en pocas partes haya derramado la naturaleza a manos llenas ni más bellezas ni más encantos” y enfiló hacia el lugar denominado “Portón Haedo” o “Portones de Haedo”, que con ambas formas es denominado este paraje en el Río Negro (Uruguay).

Lo cierto es que el yacaré -al ser capturado por intimidar con sus fauces a los niños del lugar-, resistiéndose a su apresamiento, alegó en su defensa ser un buen saurio, oriental y patriota, cuyo único interés era conocer el paraje en el que el Gral. Rivera, desbaratando a las fuerzas de Mena Barreto y apoderándose de sus caballadas, venció en la Batalla del Rincón el 24 de septiembre de 1825. Interrogado por sus captores acerca de sus intenciones al ir y venir por las cercanías de la ruta 24, el buen yacaré -compungido por haber trocado sus antiguos chapoteos fluviales en su actual cautiverio- respondió que había estado buscando el histórico Portón Haedo, pero que no había podido encontrarlo, por más vueltas que había dado en su búsqueda. El ilustrado y patriota yacaré oriental dijo ser conocedor de que en 1825 sendas zanjas cerraban el Rincón de Haedo, acotando el paso del ganado que quedaba así encerrado entre dichas zanjas y los ríos Negro y Uruguay.

No resultaba equivocado el yacaré puesto que las zanjas, unidas a los rincones que formaban los ríos, fueron las primitivas formas que se utilizaron en el Plata para retener las haciendas, consiguiéndose

Gracias a las barreras que naturalmente formaban los ríos y los arroyos en sus confluencias o desembocaduras, dando lugar a los “rincones” o “rinconadas”, donde los animales quedaban embolsados, por así decirlo.

Mas, cuando era menester cercar artificialmente una heredad, el modo más primitivo y rudimentario de hacerlo consistía en construir una zanja en su derredor. De tal recurso hay ya testimonio en un libro de autor desconocido, publicado en Rouen (Francia) en 1723, donde se describe el estado de la ganadería en las comarcas del Río de la Plata hacia 1705. Dice un pasaje “Los caballos, los asnos y las mulas no son tan salvajes como los animales vacunos.

Pertenecen a particulares, quienes crían y alimentan a tantos cuantos les place. Cada cual ocupa el terreno que le conviene y construye zanjas para limitarlos; dentro echa los animales sin procurarles otra alimentación que la que allí puedan encontrar.”[3]

 

Para el trabajo con el ganado en las estancias, en aquellas épocas a las zanjas se unían las mangueras,

corral redondo muy grande, de 30 ó 40 metros de diámetro, utilizado para encerrar ganado para efectuar trabajos de yerra, etc. […] de una altura de metro y medio y de un metro de ancho en su base […] se hacían de piedra, las más, y casi de la misma medida, sólo un poco más angostas y dando lugar a que un hombre pudiera enlazar y moverse holgadamente sin peligro, trabajando parado en ellas.[4]

                                                                                                                                                                                                                                                                                                   

Ismael Stirling en la manguera de Viraroes

                                  

Una interesante muestra de estas centenarias mangueras de piedra con 100 metros de diámetro, construida por esclavos, puede verse en la estancia Viraroes, junto a la que se fotografió Ismael Stirling -bisnieto de Manuel M. Haedo- hacia el año 1958.

Las zanjas de varios kilómetros de extensión que en 1825 cerraban el Rincón de Haedo y tanta importancia tuvieron, atrincheradas por los brasileros, en 1898 se encontraban ya medio borradas. Como narra Pereda

De Villa Independencia a unos cuarenta y cuatro kilómetros, siguiendo el Camino Real al interior del Departamento o a Nuevo berlín, existen todavía, medio borradas, unas zanjas que sirvieron de trincheras a los brasileños que cuidaban la entrada del Rincón, donde tenían numerosas caballadas.

En ese punto […] arrancan dos alambrados que se hallan sobre las mismas zanjas.

Dichos fosos empiezan en el río Uruguay y van a morir en el arroyo del Sauce, a unos 1.700 metros del río Negro.

En la actualidad están completamente extinguidas en algunos lados, en otros son poco elevadas, y las más profundas miden apenas un metro, estando cubiertas de pasto.

Los fosos tenían, cada 400 metros, una especie de reducto, en varios de los cuales se colocaron cañones; y el más grande de aquellos, que contaba con tres piezas de artillería, fue hecho, más o menos, en el sitio en que hoy existen algunos árboles, en una cuchilla dominante, únicos vestigios y testigos mudos de tan memorable paraje. […] Esos árboles están en una altura y hay entre ellos una añosa higuera.

En aquella época, todo él, de uno a otro río, pertenecía a don Manuel de Haedo (padre).[5]

 

En esa “entrada del Rincón” desde el que parten los alambrados mencionados por Pereda, sobre las zanjas que antaño habían contenido los ganados -incluyendo a las caballadas de las que se apoderó Rivera en la batalla del Rincón- Manuel M. Haedo, propietario de los campos, hizo tender los primeros alambrados por el año 1870 “dejando en el camino de Fray Bentos a Paysandú un gran portón. De ahí el nombre del lugar[6].”

El Portón Haedo desde la imagen satelital de Google

Dicho portón -humilde si se lo compara con algunos monumentos europeos, pero lleno de simbolismo y contenido histórico para el Río Negro- existió hasta hace muy poco. Las imágenes satelitales de Google permiten verlo aún erguido, bordeando la ruta 24 e indicando que allí estuvo el paso al Rincón de Haedo, donde los brasileños resguardaron inútilmente sus caballadas, de las que Rivera se apoderó en la memorable batalla del Rincón; mostrándonos que allí Manuel M. Haedo[7] hizo tender los primeros alambrados de la zona; que allí estaba la entrada a una de las primeras grandes estancias que hubo en la Banda Oriental.

Lamentablemente las imágenes actuales, que también pueden verse en Google, nos muestran que el Portón Haedo ha sido salvajemente derruido y nada queda ya de él sino el vago recuerdo y la denominación de un paraje que pronto no sabrá por qué se denomina así.

El mismo lugar, en el que se ve que el Portón ha sido derruido

Cuando el yacaré overo, allá en su cautiverio del Bioparque M´Bopicuá, se enteró del motivo por el cual no había podido encontrar el Portón Haedo por más que lo había buscado antes de ser apresado, abrió grandemente sus fauces y volvió a referir ser un buen saurio, oriental y patriota, y estar dispuesto a dar patriótica buena cuenta, con sus poderosas mandíbulas, de cualquier inepto cargo público que haya sido responsable de tan estúpida decisión.

Nada hay más lamentable que una ciudadanía que no respeta su historia y sus orígenes, que no cuida y protege los monumentos que forman parte del devenir histórico de una región, e incluso de un país.

Nunca creí que podría llegar a estar tan de acuerdo con un yacaré overo.

 

 

[1] Diario El Telégrafo – “Encontraron un yacaré en Nuevo Berlín”.  https://www.eltelegrafo.com/2023/11/encontraron-un-yacare-en-nuevo-berlin/ [9 de diciembre de 2023]

[2] BARRIOS PINTOS, Aníbal; dir. “Río Negro en el centenario de Fray Bentos”. Montevideo: Ed. Minas, 1.958.

[3] SBARRA, Noel H. “Historia del alambrado en la Argentina”. Buenos Aires: EUDEBA, 1973.

[4] BOUTON, Roberto J. “La vida rural en el Uruguay”. Montevideo, 1961.

[5] PEREDA, Setembrino E. ““Río Negro y sus progresos”. Montevideo, 1.898.

[6] BARRIOS PINTO, Aníbal; dir. Op. cit.

[7] VILELLA, Mariano. “Certezas y patrañas en torno al linaje de Haedo” Madrid, 2023.

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