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¿Genealogistas profesionales o simples gestores?

Desde que internet se popularizara hacia el año 2000, son muchísimas las personas que han tenido un acercamiento o un interés por la ciencia genealógica. Curiosamente estas mismas personas, manteniendo esa relación con la red de redes, se aglutinaron inicialmente en los llamados grupos de discusión, y posteriormente con las más actuales redes sociales.
Históricamente la genealogía ha sido objeto de un interés específico de las familias tradicionales de la sociedad, aquellas que precisamente suelen ser conocedoras de la personalidad y de los hechos de sus ancestros y cuyo conocimiento han recibido, y transmitido, como parte de la tradición oral de su familia, muchas veces acompañada de al menos un pequeño archivo documental.
Actualmente se interesan por la genealogía personas pertenecientes a todos los estratos sociales, lo que no sólo supone un enriquecimiento para la propia ciencia genealógica, sino que también supone que la cantidad de personas interesadas en esta disciplina se ha ampliado de manera exponencial en unos pocos años.


Así como en los últimos años han surgido muchísimas personas interesadas en esta ciencia, también han surgido unas cuantas que ofrecen sus servicios como genealogistas profesionales. Hagamos, para analizar este hecho, una retroacción hasta los tiempos, no muy lejanos, en los que aún no habíamos oído hablar de internet.
La genealogía siempre ha sido una afición, una actividad desarrollada por el simple placer y distracción que produce cultivarla. Los genealogistas -profundos conocedores de los linajes y de la actuación de sus miembros en los hechos históricos y sociales- no eran demasiados y, si entre ellos no todos se conocían sí que tenían conocidos en común. Había genealogistas con mayor y con menor renombre, genealogistas que realizaban una mayor labor en los archivos y otros que recopilaban datos de entre los trabajos de otros genealogistas para elaborar sus propios trabajos histórico-genealógicos, trabajos que tenían mayor o menor difusión.
Recordemos que por entonces los medios para difundir los trabajos eran bastante más limitados y costosos que lo son actualmente. No eran raros los trabajos que se escribían a máquina y se distribuían entre quienes se interesaban por estas temáticas -habitualmente unos pocos ejemplares- por el simple método del fotocopiado.
Cada tanto algún genealogista empleaba sus ahorros en publicar un libro. Entonces no existía la impresión digital y los libros se imprimían muchas veces en linotipia y posteriormente en offset, con su correspondiente gasto de planchas y fotolitos que encarecían notablemente las ediciones de pocos ejemplares. Otras veces los trabajos se publicaban en las revistas que editaban los centros e institutos de genealogía, en los que muchas veces eran los propios autores de los trabajos quienes compartían los gastos de la edición.
La genealogía era una actividad que los genealogistas desarrollaban por el propio interés que tenían en esta ciencia. Todos ellos desempeñaban sus respectivas profesiones de las cuales vivían, aún los que poseían un mayor renombre como genealogistas.
Pero para hacer una justa mención de aquellos tiempos, hemos de hacer una diferencia que existía entre los genealogistas americanos y los europeos. Entre los americanos existía la colaboración desinteresada. En Europa esta colaboración desinteresada era menos habitual, o al menos más difícil que se produjera. En Europa abundaban ya los genealogistas profesionales.
Transcribo, por considerar que ilustra al genealogista profesional europeo, parte de unas cartas que intercambiaron Narciso Binayán Carmona y mi padre en el año ’93, en las que Binayán esperaba obtener unos datos de otro genealogista español, amigo de mi padre.

No se si informará. Como casi todos aquí, son “genealogistas profesionales”. Cobran por hacer trabajos genealógicos. No son como nosotros, románticos y caballerescos, y pobres de solemnidad, lo que, a veces, nos hace más buenos. Pero supongo que, dada nuestra amistad, algo le sacaré, aunque no es un brillante genealogista. Como es abogado, se encarga de rehabilitar títulos; por lo tanto, hace las investigaciones conducentes a la obtención de tal prerrogativa para sus clientes...

La contestación de Binayán a este tema, en su posterior misiva, fue rotunda:

En cuanto al “estilo europeo” ya lo conozco.

Hoy en día el número de personas interesadas por la genealogía se ha ampliado enormemente y quienes se autodenominan genealogistas profesionales también. Pero hoy, igual que ayer, esta autodenominación no garantiza que sean brillantes genealogistas. Al contrario, hoy en día da la impresión de que la mayoría fueran aún menos brillantes que ayer.
La mayor parte de los genealogistas profesionales ni siquiera ofrecen sus trabajos de genealogía, sino que simplemente ofrecen buscar partidas y documentos en los archivos. No suelen ofrecer estudiar, desarrollar y escribir un trabajo genealógico por encargo, sino que se suelen ofrecer como simples buscadores de partidas. No hacen genealogía sino meros trámites ante los archivos, en unos servicios más propios de una gestoría que de un genealogista.
Es claro que la genealogía que es materia de estudio para la gran mayoría de los nuevos genealogistas desde la popularización de internet no es la que solían estudiar los genealogistas de hace tan sólo unos años. De la gran mayoría de esos linajes hay poca o ninguna referencia histórica, poco o ningún trabajo de otros genealogistas, incluso pocas o escasas referencias transmitidas oralmente en el seno de la propia familia. Los genealogistas que estudian este tipo de linajes no pueden sino recurrir a los archivos parroquiales, a veces como única fuente posible para sus estudios. En estos casos puede llegar a ser útil, para algunos genealogistas, contratar este tipo de servicios, pero quienes los prestan no actúan como genealogistas sino como gestores, efectuando un simple trámite administrativo.
El mundo de la genealogía vive actualmente un fuerte auge como no ha tenido nunca. Numerosos son hoy quienes se dicen genealogistas aunque jamás hayan accedido a ningún libro o a ninguna revista de esta temática, aunque jamás hayan accedido a ningún dato que no fuera encontrado en internet. De igual manera, quienes desde estos inicios en internet dan un paso más y acceden a unos conocimientos ligeramente superiores a los de la mayoría, rápidamente se ven tentados de autodenominarse genealogistas profesionales y ofrecerse realmente como simples gestores y realizadores de trámites ante los archivos; sin embargo esto no garantiza que éstos genealogistas profesionales se conviertan así en brillantes genealogistas, ni tan siquiera en genealogistas, sino en simples gestores.
Tal vez algunos puedan pensar que, de entre las miles de personas que actualmente se interesan por la genealogía, tengamos muchísimos gestores de trámites ante los archivos por una parte, por otra muchos potenciales usuarios de esos servicios de gestoría, y realmente muy pocos genealogistas.

 

 

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