Curiosidades
Recuerdos de la revolución de 1897
Muchas son las veces en que los genealogistas nos acercamos a los archivos buscando, entre viejos legajos, aquellas informaciones que nos permitan recrear una época o recabar informaciones sobre algo o sobre alguien. Pero es claro que, la mayoría de las veces, aquel repositorio que más información y datos puede arrojar es nuestro propio archivo familiar.
El archivo de la familia, ese que conservamos en nuestros domicilios -o en el de nuestros padres o abuelos- guardado en cajas, muchas veces semi olvidado y etiquetado como papeles viejos a los que habitualmente se tilda de inservibles o de poco interés, atesora habitualmente datos muy interesantes y fundamentales para documentar nuestra historia familiar más reciente.
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Un yacaré overo, oriental y patriota, en el Portón Haedo
No hace muchos días un pícaro yacaré overo[1] (caimán latirostris), posiblemente aburrido de la cotidianeidad de la vida en sus habituales pagos, decidió emprender un viaje que ampliara su cultura y experiencia; entretenido en su periplo, es posible que a nuestro yacaré viajero le llegaran las noticias que sobre la belleza del paraje citó Dámaso Antonio Larrañaga[2] en 1815, diciendo “Jamás he visto lugar que más me hechizare: creo que en pocas partes haya derramado la naturaleza a manos llenas ni más bellezas ni más encantos” y enfiló hacia el lugar denominado “Portón Haedo” o “Portones de Haedo”, que con ambas formas es denominado este paraje en el Río Negro (Uruguay).
Vanidades y un payaso de terracota
Hace unos días, en uno de tantos grupos de genealogía en internet, se estableció una seria discusión acerca de la imagen de una señora. Unos decían que no debería hablarse de ella públicamente puesto que, fuera de la relevancia social que le aportaba su linaje y condición, no tenía mayor interés.
Actualmente -posiblemente también en un pasado no muy lejano-, la relevancia social es objeto de interés para mucha gente, dispuesta incluso a pagar para estar al tanto de a qué reuniones o eventos acuden ciertos personajes del papel couché. Resulta curioso que esa misma relevancia, hoy en día, no siempre concuerda con los cánones que regían algunas décadas atrás; revistas como Point de Vue y Hola resultan medios absolutamente estúpidos, con ventas millonarias.
La biblioteca de los genealogistas
Ayer[1] llegó a mi domicilio la primera edición, del año ’31, del libro “Intermedios” del proverbial Pío Baroja, que tantas estampas de las costumbres vascas nos ha dejado en sus escritos. Primera y única edición puesto que, si apartamos las incluidas en obras completas, no existe otra[2].
Es un libro curioso. Una suerte de compendio de dos obras teatrales –“novela film” llama Baroja a una de ellas-, otros muchos recuerdos, pensamientos y opiniones. Un curioso compendio de teatro, memorias y ensayo.