Foz
El los primeros días de este mes de agosto, mientras una bonita y joven pulpeira al pie de la playa de Foz me traía mi ración de pulpo para acompañar a una rica ración de navajas, recordé que cuando salió a pescar, un 16 de septiembre de 1752, mi antepasado Manuel Fernández do Eixo nunca pensó que moriría ahogado. Por esa razón “No hizo testamento ni memoria de él”.
Para entonces ya era viudo y habían pasado muchos años desde que contrajera matrimonio en la iglesia de Santiago con Victoria López de Neyra, aquel 19 de abril de 1700. Se le enterraría en la misma iglesia, en la que se bautizaran sus hijos y en la que también fuera última morada de su mujer. Quizás, en la proximidad de la muerte, recordara que su hijo menor, Januario, no podría asistir a su sepelio, ausente de Foz desde que pasara al Río de la Plata hacia 1740.
Januario Fernández do Eijo se casó en Buenos Aires el 17 de mayo de 1746 con la hija del hacendado y propietario Nicolás de Echeverría y Galardi, heredando a su muerte la estancia “Rincón de Todos los Santos” de aproximadamente cien leguas cuadradas de superficie, que Januario acrecentaría con nuevas compras, de tal forma que sus hijos llegaron a poseer más o menos 180 leguas en la zona que luego se llamaría “Rincón de Noario”.
Fue alcalde de la Santa Hermandad en Magdalena y promovió de su peculio la construcción de la primitiva capilla y, más tarde, junto a otros hacendados, la construcción de su iglesia parroquial. Vecino del barrio de Montserrat, junto a otros vecinos pudientes, adquirió el “hueco de Montserrat” para destinarlo a plaza pública.
Llamó a su sobrino Melchor, hijo de su hermano Policarpo Fernández do Eixo y nacido en Foz en 1762, haciéndolo estudiar en el Colegio de San Carlos y, posteriormente, enviándolo a la Universidad de Charcas, en la que se doctoró en teología.
Mientras saboreaba el pulpo se me ocurrió pensar cuántas veces mi antepasado Januario, a quien la muerte no tomó por sorpresa puesto que “se confesso y recibió extremaunción”, en la inmensidad de las pampas habrá recordado el maravilloso sabor del pulpo a la gallega. Murió el 4 de julio de 1791 y está sepultado en la iglesia de Santo Domingo, muy lejos de su Foz natal.
Quién sabe si su sobrino Melchor ̶ chantre de la catedral de Buenos Aires durante el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, en el cual votara que la autoridad ostentada por la Junta Central había pasado al pueblo de la ciudad y debía descansar momentáneamente en el Cabildo ̶ , en algún momento de las deliberaciones de aquella importantísima jornada no recordara el refinado sabor de las navajas a la plancha.