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Tío Gregorio murió soltero

Quienes disfrutan de la genealogía saben que no es una ciencia que se limite únicamente a estudiar nuestros antepasados directos, sino la formación de la sociedad y las relaciones existentes entre las familias y sus miembros.

Hoy me puse a pensar en los tíos y en la relación existente entre tío y sobrino, y entre primos.

Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges

Normalmente los primos suelen tener relación entre sí. Muchos primos segundos también la tienen. Por supuesto, sobrinos y tíos segundos se conocen bien, puesto que sus padres suelen verse. Pero ya no es tan común que una generación posterior mantenga el trato familiar tan presente, y es común que los primos en cuarto grado no sólo no se conozcan sino que ni siquiera tengan presente que son parientes, cuando para un estudioso de la genealogía es éste un parentesco muy cercano.

Mi hermano mayor recuerda cuando de pequeño nuestra abuela, Sara de Haedo de Sánchez Viamonte, lo llevaba a ver a su prima segunda y amiga, Leonor Acevedo de Borges. Sus abuelos eran hermanos —hijos de Francisco Ramón Martínez de Haedo y Bayo, y de Irene Soler y Otálora— y sobrinos del general Miguel Estanislao Soler, guerrero de la Independencia, gobernador de Buenos Aires, vencedor en Ituzaingó.

Tuvo su bautismo de fuego durante las Invasiones Inglesas y abrazando la causa de Mayo se batió en los campos de batalla de América. “El general don Miguel Estanislao Soler ha sido uno de los soldados más notables y distinguidos de la guerra de la independencia. El primero que en los albores de la revolución venció a los españoles en los campos de Montevideo; el primero que en Chile vino a las manos con el ejército realista en el lugar de Coimas; el primero que a los marinos de la escuadrilla del rey les enseñó a respetar a los americanos en el combate de Soriano. Vencedor en el Colla, en el río Negro, Cerrito de la Victoria y Putaendo, asistió como segundo general a las memorables batallas de Chacabuco e Ituzaingó, que sellaron la independencia de dos repúblicas” —escribió sobre él Pedro Lacasa en 1854—.

Muchos de esos días en que mi abuela visitaba a su prima Leonor, asistía también a la reunión tío Georgie Borges. Uno de los cuentos debidos a su pluma que más me ha gustado siempre es el titulado “Funes el memorioso”, cuya trama ocurre en las estancias de los Haedo en Fray Bentos.

Siempre he pensado que “Funes el memorioso” no sólo narra “qué terrible sería el caso de un hombre con una memoria infinita” —como el propio Borges dijo hace ya mucho en una entrevista de televisión— sino que fue la manera de evocar la figura de otro de los sobrinos del general Soler. Así, en la propia trama del cuento, el personaje de Funes “ponderaba los gloriosos servicios que don Gregorio Haedo, mi tío, finado ese mismo año, «había prestado a las dos patrias en la valerosa jornada de Ituzaingó»”

General Miguel Estanislao Soler
General Miguel Estanislao Soler

Tío Gregorio Haedo fue, a mi parecer, un personaje especial. Instalado en un espacio situado entre la gloria de los héroes, la humanidad de los pecados del amor y el cariño familiar de sus sobrinos.

Se refiere a él Scotto diciendo que “Era joven, de estado civil y rico pero la patria le reclamó su esfuerzo y él dejó su bienestar, para marchar a los campos de batalla, encontrándose en toda la guerra del Brasil en las filas del ejército del bravo entre los bravos Brigadier general Don Miguel Estanislao Soler.”

En efecto hizo toda la campaña como ayuda de campo de su tío, y “Entre el fuego de la metralla ganó uno por uno los grados militares...” El 20 de febrero de 1827, día de la victoria de Ituzaingó, a sus veintiún años y vistiendo los galones de sargento mayor “le cupo el honor de ser desmontado dos veces por las balas enemigas, al cruzar el campo de batalla, para impartir órdenes del brigadier Soler...”

Quién sabe si en aquella jornada gloriosa, en medio del fuego enemigo, entre el tronar de los cañones, el humear de la pólvora y el horror de la sangre de los heridos y de los muertos, no haya recordado a su otro tío el coronel Manuel Soler, gobernador de Lima, fallecido en la capital peruana dos años antes. Había hecho en el Perú la campaña de Puertos Intermedios, estuvo en el sitio del Callao y se encontró en la batalla de Junín como jefe interino del estado mayor del Libertador Bolívar. “En febrero de 1824 fue comisionado para entregar a Bolívar el nombramiento de dictador del Perú.”

Pero Nietzsche en “Zaratustra” escribió que “El hombre debe ser educado para la guerra, y la mujer, para solaz del reposo del guerrero”. Dicen las malas lenguas —siempre tan afiladas— que tío Gregorio buscó ese solaz y reposo en la otra orilla del río Uruguay, en Gualeguaychú. Nunca se casó.

En el año ’61 asumió la presidencia del Uruguay Eduardo Víctor Haedo. Se daba en él una poco habitual circunstancia: hijo natural, también su madre y su abuela lo habían sido. Ni su madre, ni su abuela, ni su bisabuela habían pasado por la vicaría —como suele decirse coloquialmente—.

Llegó a oídos de la familia que el entonces presidente oriental era descendiente de aquellos amores que tío Gregorio había tenido por la otra orilla del Uruguay, con una mujer llamada Segunda Mendoza.

Interesada por esta cuestión, mi abuela lo comentó con su tía Carmen Haedo de Stirling, que lo había conocido bien y que en medio de la rigidez de las costumbres de la época exclamó sin dejar lugar a ninguna réplica: “Imposible, mi tío Gregorio murió soltero.”

Tía Carmen contaba otra historia más estremecedora sobre el viejo guerrero, batallador tanto en los campos de Marte como en los de Venus.

Por 1884 tía Carmen vivía en Fray Bentos en casa de su tía Carmen Haedo y Soler, hermana de tío Gregorio. Se habían retirado ya a dormir los habitantes de la casa cuando se oyó en mitad de la noche el sordo ruido de las aldabas de la puerta de calle. Con gran revuelo en la casa se interrogó quién era que llamaba a la puerta a esa hora. Del otro lado del portón tronó la respuesta del viejo guerrero: “Carmen. Soy yo, Gregorio, que vengo a morir a tu casa.”

Tío Gregorio murió allí el 30 de junio de 1884.

Hoy me levanté evocando la figura de tío Gregorio Haedo, pensando en “las dos patrias” y en las —a veces desestimadas u olvidadas— relaciones entre tíos y sobrinos.

Como escribió tío Jorge Luis Borges en el lindo cuento en que recuerda a tío Gregorio, “Pensar es olvidar diferencias...”

 

 

 

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